Carlos Fuentes abre El espejo enterrado con una Introducción que gira alrededor de una fecha que sintetiza un complejo semántico de ideas encontradas: el 12 de octubre de 1492. En esas primeras páginas de un libro único por lo ambicioso (cubre el desarrollo de las culturas mayores que comprenden el cosmos hispano-americano) Fuentes recoge la ambigüedad que ya se da en el acto  mismo de la nominación desde  afuera (“indios” “Las Indias Occidentales”) para asegurar  que ésta “No fue la primera ni la última desorientación occidental”. Siguiendo la fertilísima tradición historiográfica mexicana que se surte, entre otros, en el seminal La invención de América de O’Gorman, el libro de Fuentes trata de revelar a través de la metáfora del espejo la pluralidad de equívocos, confusiones pero también realidades del ser hispanoamericano.

 Es precisamente por eso, por el cúmulo de malentendidos que abundan en la historia de América que, para los que vivimos en los Estados Unidos, la celebración anual del 12 de octubre no deja de ser un profundo choque cada vez que acaece. Y es que por un acto de predigistación seudo-histórico Columbus Day se convierte en una celebración italiana…

Si bien acostumbrados a la “desorientación” observada por Fuentes, lo cierto es que los hispano-americanos  quedamos prácticamente eliminados así de la consideración de la fecha que, para bien o para mal, determinó el comienzo de una nueva experiencia escrita históricamente en castellano. Una experiencia histórica que se pone de relieve en la actual República Dominicana, asiento de la primera imprenta, la primera Audiencia y la primera universidad del “Nuevo Mundo”y, por supuesto, de la primera visión colombina de estas tierras como un paraíso terrenal. Asiento también de las primeras denuncias acerca de los derechos humanos de los “vencidos” a través de los feroces sermones del Padre Montesinos y de los escritos del Padre de las Casas. Asiento en definitiva del primer héroe nativo: Enriquillo, como delineado en el fogoso castellano del Benefactor de los Indios.

Esa experiencia histórica  de la inicial “Española”se expanderá prontamente a Cuba y a otras tierras de la América central que fue la única  América “descubierta”por el Gran Almirante. Esa experiencia histórica nada tiene que ver con la maravillosa cuna del Renacimiento, la Italia entonces dividida en poderosos ciudades-estados. El 12 de octubre es un encuentro (siguiendo al maestro León Portilla) entre la cultura castellana finalmente victoriosa después de una lucha de siglos contra la invasión islámica (que tantas huellas ricas dejó) y las diversas culturas nativas de América.

Nada en esta experiencia simbolizada en el 12 de octubre ha sido fácil ni gratuito. Nada en esta experiencia  puede reducirse a blanco o negro. Nada en esta experiencia está eximido de los dolores de un parto doloroso, y muchas veces forzado. Pero tampoco nada en esta experiencia histórica puede entenderse sin el arrojo y la audacia a veces pueriles, otras brutales pero también muchas otras, abiertos, inclusivos de una nueva nación: la España de la post-reconquista.

Bajo este presupuesto de inclusividad es que se ha festejado el 12 de octubre en España y América desde la primera década del siglo XX. Al vaivén de la ideología reinante o de los acontecimientos politicos de cada período el lema ha cambiado: Día de la Raza es sustituído por Día de la Hispanidad a veces y, últimamente el inefable Presidente Chávez ha postulado incluso, su Día de la Resistencia Indígena.

Por cierto esta fecha, desde Nuestra América (usando la expresión preciosa de Martí) se puede permitir el espacio del debate pero, con el permiso de Chávez , dentro de un marco no restrictivo…Es por eso que quiero recordar unas palabras que podrían redondear el concepto más rico y profundo que la fecha implica: esas palabras pertenecen a uno de los gigantes de la Hispanidad, Miguel de Unamuno, quien así escribió:

Digo Hispanidad y no Españolidad para incluir a todos los linajes, a todas las razas Espirituales, a las que ha hecho el alma terrena y a la vez celeste de Hispania, de Hesperia, de la península del Sol Poniente. Y quiero decir con Hispanidad una categoría Histórica, por lo tanto espiritual, que ha hecho, en unidad, el alma de un territorio, Con sus contrastes y contradicciones interiores. Porque no hay unidad viva si no encierra contraposiciones íntimas, luchas intestinas.  La Hispanidad, ansiosa de justicia absoluta, se vertió allende del Océano, en busca de su destino, buscándose a sí misma, y dio con otra alma de tierra, con otro cuerpo que era alma, con la Americanidad, que busca también su propio destino…

Creo que si bien el lenguaje unamuniano tiene aquí un deje del retoricismo epocal, la sustancia tan propia del gran vasco, define el eje de nuestra cultura y, en consecuencia, de la celebración del 12 de octubre como una de las fechas más significativas dentro del mundo hispano-americano. Una fecha que celebra la existencia en plena expansión de una cultura y ciertamente no de una raza.

Autora María Josefina Seoane de Abad. P.h.D